BAKÚ – Este año, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) se celebra en Bakú, en un contexto geopolítico turbulento. Además de nuevas alianzas estratégicas, tensiones comerciales y conflictos violentos, el «año electoral» ha dado paso a un período de acalorada retórica política y cambios de gobierno.
Sin embargo, esto no debe distraernos del estado actual del planeta y de la economía real. Los efectos y costes del cambio climático están aumentando. Los fenómenos meteorológicos extremos, desde huracanes en el Caribe hasta inundaciones catastróficas en Europa y sequías en el Amazonas, son cada vez más frecuentes e intensos, lo que aumenta el riesgo de inestabilidad financiera, especialmente en los países más vulnerables y endeudados del mundo.
Al mismo tiempo, la revolución energética está en pleno apogeo: la utilización de las energías renovables está creciendo de forma exponencial, y la inversión anual en fuentes de energía limpia supera con creces la inversión en combustibles fósiles. Los ciudadanos y las empresas también son cada vez más conscientes de la necesidad de invertir en la adaptación al cambio climático. La Encuesta sobre el Clima más reciente del Grupo Banco Europeo de Inversiones (Grupo BEI) muestra que el 94 % de los europeos y el 88 % de los estadounidenses apoyan las medidas de adaptación, mientras que alrededor de la mitad de los encuestados consideran que dichas medidas deberían constituir una prioridad nacional.
Además, el crecimiento económico se está disociando rápidamente de las emisiones de dióxido de carbono, debido a la innovación y a los avances tecnológicos en producción de energía limpia y eficiencia energética que ayudan a combatir el cambio climático e impulsar la competencia. La Unión Europea ha sido pionera en este ámbito, al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en más de un tercio desde 1990, tiempo durante el cual su economía creció un 68 %. La Agencia Internacional de la Energía prevé que las energías renovables satisfagan casi la mitad de la demanda mundial de electricidad de aquí a 2030. Si bien la producción económica de la Unión Europea, Estados Unidos y la mayoría de las economías avanzadas sigue aumentando, sus emisiones están disminuyendo, mientras que las de China podrían alcanzar cotas máximas este año, mucho antes de lo esperado.
- Más información sobre cómo las pequeñas islas del Caribe y el Pacífico están abordando el cambio climático a través de proyectos innovadores de adaptación.
Acelerar la transición verde
Después de años de advertencias y llamamientos para la adopción de medidas, por fin se observan indicios de una cierta aceleración de la transición verde. La razón es sencilla: la energía limpia es ahora más barata y más eficiente que los combustibles fósiles, debido principalmente a la mejora de los sistemas de almacenamiento de baterías. Como resultado, lo correcto para nuestro planeta es también lo inteligente para nuestras economías. Cada dólar invertido en adaptación y resiliencia frente al cambio climático puede ahorrar entre cinco y siete dólares en costes futuros relacionados con catástrofes climáticas, sin mencionar vidas y medios de subsistencia.
La mayoría de las empresas son muy conscientes de estos ahorros y han actuado en consecuencia. Alrededor del 60 % de las más de 12 000 empresas de la Unión Europea y Estados Unidos encuestadas por el Grupo BEI están invirtiendo en la transición verde, mientras que el 90 % de ellas han adoptado medidas para reducir las emisiones de GEI. Reducir la generación de residuos, disminuir los costes y reforzar la resiliencia tiene sentido desde el punto de vista empresarial. Esto es lo que alentará a empresas e inversores a financiar la descarbonización de la economía mundial, más que la presión internacional, la retórica apasionada y los compromisos públicos.
En el Grupo BEI, destinamos más de la mitad de nuestros préstamos anuales —casi 50 000 millones de euros (53 000 millones de dólares) al año— a proyectos que aceleran la transición verde tanto dentro de Europa como fuera de ella. Invertir en adaptación y resiliencia climática en nuestra propia casa salvaguarda nuestra infraestructura, nuestra agricultura y nuestros medios de subsistencia, y permite una recuperación sólida y rápida después de catástrofes, como las inundaciones mortales que asolaron ciudades enteras en Europa Central en septiembre y que devastaron también mi país, España, en octubre.
Un futuro sostenible y equitativo
Sin embargo, para que una transición sea exitosa debe ser rápida y justa, y garantizar que nadie se quede atrás. Los países en desarrollo y los hogares de bajos ingresos son más vulnerables a los peligros del calentamiento global y al impacto distributivo de las políticas de transición verde, ya que las tecnologías emergentes perturban las industrias tradicionales y los modelos empresariales establecidos. Por ello, el BEI está aumentando su cuota de inversiones verdes fuera de la UE, apoyando a los pequeños Estados insulares que se hallan en la primera línea de la lucha frente al cambio climático, financiando infraestructuras resilientes en todo el mundo y fomentando el mercado mundial de bonos verdes.
Los bancos multilaterales de desarrollo han tomado la iniciativa en este sentido, al invertir una suma récord de 125 000 millones de dólares en proyectos verdes en 2023 y duplicar la financiación del sector privado movilizada respecto a 2022. Además de cumplir con creces nuestras promesas, estamos comprometidos a colaborar para seguir movilizando financiación en favor del clima en los próximos años.
La cooperación mundial es la única manera de impulsar la transformación a escala planetaria. La transición verde está en marcha, en parte gracias a nuestros esfuerzos conjuntos. Pero debemos mantener el rumbo, aprovechando los foros internacionales existentes y los marcos de toma de decisiones con el fin de encontrar soluciones beneficiosas para todos que refuercen la seguridad, la estabilidad y el bienestar de todos los países.
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Este artículo se publicó por primera vez en Project Syndicate.