La igualdad de género se ha visto impulsada en un proyecto vial desarrollado en Malaui con la contratación de tres mujeres para los puestos de ingeniera, experta en medio ambiente y trabajadora social. Estos son sus testimonios.
Todo empezó un cálido día de octubre de 2019, en la sala de juntas de la autoridad viaria de Malaui, en la capital, Lilongüe. Había viajado hasta allí para valorar el que sería el mayor proyecto del Banco Europeo de Inversiones en el país: la rehabilitación de 350 kilómetros de la carretera M1. Se trata de la carretera más importante del país, que lo recorre prácticamente por completo, comunicando las principales ciudades y que sirve de conexión con los países vecinos y puertos marítimos fundamentales para el comercio.
La carretera lleva años en mal estado. Es tan peligrosa que solamente los más temerarios se atreven a circular de noche por ella y se cobra la vida de muchas personas cada año. Cuando el Banco Europeo de Inversiones se involucró en este proyecto, la superficie de asfalto de la carretera estaba ya deformada, lo que causaba muchos problemas. Llevamos más de 40 años trabajando en Malaui, pero este proyecto es el que tendrá una mayor repercusión en las personas y la economía —incluso durante las próximas décadas—.
La carretera no es el único aspecto importante de este proyecto.
Mientras ultimábamos nuestro préstamo de 95 millones de euros destinado a esta infraestructura, no pude evitar darme cuenta de que la única mujer presente en una sala en la que había más de 10 personas era nuestra abogada. Esto me dio pie para señalar a los empleados de la autoridad viaria que existen estudios que demuestran que las organizaciones mejoran sus resultados cuando la proporción de hombres y mujeres es equilibrada a todos los niveles. Lo que escuchó con gran interés su máximo responsable, y se comprometió a tomar medidas al respecto.
Malaui es uno de los países más pobres del mundo y presenta una de las mayores tasas de personas que viven en la pobreza extrema. La mayoría de las personas dependen de la agricultura de subsistencia a pequeña escala para sobrevivir. Las oportunidades laborales son limitadas, en especial para los jóvenes. Por todo ello resulta difícil describir mi alegría al saber que habían seleccionado a tres mujeres para comenzar a trabajar en este proyecto en marzo de 2021.
Aunque requirió mucho tiempo y esfuerzo, se contrató, en el marco del proyecto, a tres tituladas universitarias con cargo a una subvención de 43 millones de euros de la Unión Europea aprobada para las obras de la carretera. Estas mujeres están adquiriendo experiencia trabajando con expertos internacionales, aprendiendo las normas internacionales más rigurosas para la construcción de carreteras y contribuyendo activamente al proyecto.
Además, este trabajo podría incluso cambiar sus vidas.
Cada una de ellas destaca a su manera. Estos son sus testimonios.
Sekani Sidira, 25 años, ingeniera civil
Nacida en el distrito de Karonga, al norte del país, Sekani no tuvo una infancia fácil. Su padre, abogado de profesión, falleció cuando solo tenía cinco años. «Eso trastornó nuestra vida por completo», comenta. «Mi padre tenía un buen trabajo, pero desde ese momento solo estaba mi madre, que no conseguía encontrar un buen empleo».
Entonces su madre se encontró sola con cuatro hijos a los que sacar adelante. Aunque no tenía formación superior, siempre animó a Sekani a que estudiase. «Mi madre siempre fue muy estricta con eso», asegura. «Me decía que los hombres siempre estarían ahí, pero la escuela no. Eso fue lo que me inculcó desde muy pequeña». Sekani pudo ir a la escuela y fue una alumna destacada. Acababa a menudo los cursos como la mejor de su clase y consiguió una beca para dos cursos de enseñanza secundaria»
«Las mujeres deben estar preparadas para hacer algo por sí mismas. Debes ser independiente».
A Sekani le interesaba mucho la ingeniería y, pese a ser consciente de que se trata de un campo dominado por hombres, decidió estudiarla en la universidad. Su mayor obstáculo fueron sus limitados recursos económicos para pagarse los estudios. Para poder llegar a fin de mes, creó una microempresa de venta de material educativo para los estudiantes. Su deseo de aportar algo a la comunidad hizo que se presentase como voluntaria para dar clases a tiempo parcial en la universidad durante los fines de semana. Se graduó en ingeniería civil, especializada en transporte. Le interesan en especial los sistemas de transporte inteligentes.
Sekani participa en ámbitos muy diversos del proyecto vial de la M1, entre los que se incluyen la supervisión, el seguimiento, el control de calidad, la gestión de contratas, la seguridad vial y la elaboración de informes.
«Mi fortaleza procede de la forma en la que me educaron», asegura. «Mi madre siempre me decía, "Sekani, he tenido unos buenos hijos y un buen matrimonio, pero esto no siempre es suficiente. Las mujeres deben estar preparadas para hacer algo por sí mismas. Debes ser independiente"».
Delilah Mbvundula, 23 años, responsable de medio ambiente
Delilah fue la primogénita en una familia en la que, salvo su padre, funcionario dedicado a las relaciones públicas en un departamento del gobierno, todas son mujeres. Su madre solo estudió hasta la escuela secundaria «pero consiguió un montón de cosas y siempre me ha animado a llegar donde ella no ha podido llegar», relata Delilah. Tanto su padre como su madre sirvieron de excelentes modelos, aunque fueron sobre todo esta y su abuela quienes la animaron a adquirir experiencia y tener independencia antes de casarse. «Si eres mujer y quieres hacer una carrera, lo habitual es ser enfermera o maestra. No se anima a las niñas a que escojan materias de ciencias, ni tienen la confianza suficiente para hacerlo», afirma Delilah. «Pero tanto mi madre como mi abuela me dijeron que, si contaba con las herramientas y la formación, podría llegar muy alto».
«Espero poder inspirar a algunas niñas —o incluso a muchas— para que no limiten sus capacidades».
Delilah era muy joven cuando se dio cuenta de que su pasión era trabajar en la ciencia y la naturaleza. No le atraía nada un trabajo que la retuviera en una oficina todo el día. Por lo que estudiar ciencias ambientales en la universidad le pareció una buena opción.
El papel de Delilah en la M1 se centra en el medio ambiente, y tiene algunos componentes sociales. Entre sus labores se incluye trabajar en estrecha colaboración con el equipo medioambiental del supervisor, hacer un seguimiento de la conformidad en materia medioambiental y servir de enlace entre el proyecto y la comunidad con relación a aspectos medioambientales. También ayuda a las personas afectadas por el proyecto, o a aquellas que tienen que cambiar de casa debido a la obra.
«Me gustaría que el proyecto se desarrollase de forma sostenible para las generaciones futuras», afirma. «También espero poder inspirar a algunas niñas —o incluso a muchas— para que no limiten sus capacidades».
Jaqueline Singano, 26 años, socióloga
Jaq, como prefiere que la llamen, lleva la mayor parte de su vida en Blantire, ciudad comercial del país. Estudió enseñanza secundaria y preuniversitaria en un centro católico y prosiguió sus estudios de trabajo social en la Universidad Católica de Malaui. Jaq perdió a su madre cuando tenía 15 años, pero tiene un padre excepcional que le dijo que podía llegar a ser lo que quisiera.
A diferencia de muchos padres tradicionales, su padre la animó a trabajar duro y la alentó a centrarse en la escuela. «Esto es poco frecuente, ya que la mayoría de los padres empujan a sus hijas a casarse», comenta. Su deseo de ir a la universidad contó con el firme apoyo de su padre. Incluso la ayudó a prepararse para el programa de género de la autoridad viaria.
«Mi objetivo es empoderar a las mujeres y servir de modelo para muchas otras».
Jaq se interesó por la difícil situación de las personas marginadas de la comunidad, ya que cree que necesitan hacer oír su voz y mucho más apoyo. En los últimos años de enseñanza secundaria comenzó a buscar y orientarse hacia una carrera de trabajo social. La contribución de Jaq al proyecto vial se centra en aspectos sociales, como el análisis de la discriminación de género, el seguimiento de las medidas de mitigación social, la coordinación con la comunidad y las agencias y ministerios del gobierno, la capacitación y concienciación, y la gestión del riesgo social, incluida la incorporación de la perspectiva de género.
«Me complace que este proyecto promueva a las mujeres, ya que mi objetivo es empoderarlas y servir de modelo para muchas otras», asegura.
Lucha contra las adversidades
En un entorno dominado por hombres, en el que las oportunidades para las mujeres son muy limitadas —sobre todo se espera que se queden en casa, tengan hijos y lleven el hogar—, me anima ver tanta esperanza depositada en estas tres mujeres que han luchado contra las adversidades durante buena parte de su vida.
La suerte brinda oportunidades a las personas bien preparadas. Estas jóvenes han demostrado su fortaleza y ambición personales al prepararse para aprovechar esta oportunidad. Serán una valiosa ayuda para el proyecto y estoy deseando ver cómo se desenvuelven a medida que avanza la nueva carretera.
Son solo tres personas, pero recorren la ruta menos transitada por las mujeres de Malaui, y servirán de modelo para las jóvenes de todo el país que sueñan con la igualdad de oportunidades y una vida mejor.